Por primera vez esos ramilletes luminosos quedaron atrapados. Me gusta mirarlos. Después del azul, la brisa marina y el rumor relajante, detenerme en ellos completó el misterio de la tarde.
Esas flores tienen poderes. Con ellas nuestras manos se juntan otra vez, como hace casi 20 años. No puedo evitarlo y lo disfruto. Cada una me devuelve aquellas caminatas con mi abuela, a la calma de sus ojos y al calor de su regazo, convertido todo en refugio.
Entonces, si los árboles estaban florecidos, siempre terminábamos en un ritual para alcanzar alguna espiguita. Llegar a casa vestidas de amarillo era un encanto, una fiesta muy nuestra, un guiño feliz. Luego Mima las colocaba en el jarrón y yo me quedaba allí, alelada, quizás pensando — sin poder explicarlo exactamente— que la encontraba en la fragilidad de esos pétalos, aunque estuviera trajinando en la cocina.
Nada ha cambiado. Aquí está, como en tantos otros sitios de mi existencia.
Regresar a la ciudad con esta imagen fue lucir por unos instantes el atuendo amarillo, aun sobre las «pocas» huellas de la caprichosa arena. Compartirla es ceñir la ternura provocada, sentir, otra vez, la luz sobre la piel. Hallarla, como siempre.
Nyliam, sin lugar a dudas manejas una cautivadora prosa poetica – aprendiz de periodista solo justificada por tu modestia!
Eres el pretexto para revisar mi correo cada día, felicidades por tu blogs .
El iris de esa miradita que lee parece reflejar ese ramillete amarillo, será casualidad?
muy lindo detalle…te felicto por compartir esos recuerdos tan alegre y sencillo…..
Soy el que critica sus comentarios»Sangrientos» en el JR digital,nunca habia visto la parte final de la pagina web y por tanto no sabia de este blog,esta visita me reafirma en mi opinion de que UD esciba tan bello como su persona
Me gusta como escribes, sigo tu trabajo en el periódico JR desde que leí un articulo que se llamaba Extraño que narraba tus peripecias en unos de tus viajes a casa bajo una intensa lluvia, donde encontraste la ayuda solidaria de un extraño.