No había mucha cola. Solo una pareja compraba: diez interruptores, cinco tomacorrientes y unos cuantos más, de otro modelo que es una mezcla de las dos cosas en una. Los observé durante su operación: revisaron la mercancía, la dependiente fue amable, conversaron entre ellos, contaron el dinero… Quizás todos aquellos aditamentos eran para revenderlos en algún sitio, pero yo me inventé una historia mejor mientras esperaba.
Pensé que aquellos jóvenes de más de treinta años podían estar dando los toques finales a una casita. Empezarían una vida distinta. Tal vez solo les faltaban los interruptores y tomacorrientes y allí estaban: felices de encontrarlos y de que fueran en moneda nacional. Una vez colocadas en su sitio las cajitas de plástico blanco podrían dar luz, encender equipos y ellos, plantearse nuevas empresas. Una de las más duras estaba a punto de concluir… Vendrían otras, pero estarían juntos para enfrentarlas.
Quién sabe si después de incrustados los tomacorrientes e interruptores ellos estarían listos para reunirse con sus amigos, dar por inaugurado el hogar y comenzar el largo e infinito camino para ser buenos padres…
Todo pasó por mi mente mientras estos dos seres humanos sacaron cuentas otra vez, miraron su “lista” y corroboraron que aun debían regresar, porque no les alcanzaba el dinero. Finalmente, acomodaron su compra y se fueron. No sé, de pronto me emocioné por ese par de desconocidos.
Luego compré mi tomacorriente. Solo unas horas después no me serviría para nada. Nuevamente pensé en ellos para llegar a un lugar feliz, sin importar que no fuera el mío.
Muchas veces quisiera ser un caracol. También, como ellos, me gustaría algún día comprar muchos interruptores y tomacorrientes. ¿ Será esa la señal? Una vez colocados en alguna superficie, no importa si de madera o cemento, seguro dejaría de ser un fantasma gitano.
Ojalá que los tomacorrientes hayan servido de algo…
Mudarse y (des)mudarse… Mejor sería andar como los gitanos o los mochileros… o como aquel viejo del barril, Diógenes. Dolería menos.
También duele andar andar a la deriva, no ser de ninguna parte. Además de sobrevivir, hacerlo en un puro nervio, especialmente si no es lo que quieres. Prefiero el punto medio, poder soñar con el ancla propia y de vez en cuando agarrar la mochila.
Nyliam, aca todos somos de ninguna parte, todos buscamos un tomacorriente que nos conecte con la prosperidad o la felicidad, la gran mayoria tenemos en nuetras casas interruptores con un boton que por un lado dice turn off y del otro lado dice turn off, miles de nosostros buscamos un interruptor que diga turn on, aunque sea de un lado, que al oprimirlo nos de esperanza nos de seguridad economica, mis hijos el 17 de mayo cumplen 6 años y aun no tengo un interruptor que me de luz, aqui estoy anclado a la miseria espiritual, bueno el unico tomacorriente que me da energia es la sonrisa de mi Joan Manuel y mi Emiliano, Nyliam, aqui es un lujo tener la alternativa de bajar o levantar un ancla, aqui todos estamos anclados a la miseria espiritual y material.
Saludos desde Mexico
Marco Saenz
Alguna vez se escribirá y se hablará de los «sincasa», como hoy se habla de los «sintierra».
Los tomacorrientes y las cajitas plásticas son solo códigos de la memoria y del afán de vernos en lugar seguro para seguir el camino.
Muy buena reflexión Ny…
Muchas veces en las colas también imaginaba historias de la gente que tenia delante, o detrás. A veces no necesitaba imaginarlas: las contaban en alta voz aun sin haberlo pedido, jajaja. Parte de la dinámica de las colas en Cuba… 😉
Cola, «sincasa», «sintierra», términos que no se por qué se repiten en nuestro medio profesional Ny.. no sé que esperanza m,e hace seguir hacia delante, agarrate de esa, estoy dispuesto a compartirla contigo, buen pos, abrazo
una realidad sin ancla pero con mucha fe y esperanza de un día. gracias.