Un día sí, y otro también, el mundo pende de un hilo. Y el oráculo nunca falla los fines de semana . Un rito terrible: estruendos, gritos, la huella en el aire de esa mano abalanzada sobre el cuerpo adolescente, como si no hubiera otra opción. Cuando por fin llega el silencio, huele a muerte.
Mientras la madre pega sin control a su hijo, él llora, y se dicen cosas horribles, ambos mueren un poco cada vez.
Seguramente, ella quiere «lo mejor» para el muchacho, pero ha equivocado el camino. Cada vez que le pega, que su cuerpo y su cuota de poder sagrado lo estrella contra la pared (a ver si entiende —pensará—, a ver si por fin se convierte en Einsten —soñará—) su hijo deja de hallarse en su esqueleto maltrecho. Desaparece, aun cuando nadie lo advierta, de la casa, del barrio, la provincia, del territorio nacional, pero sobre todo, de ese instante frente ella.
Entonces la preocupación de progenitora por sus estudios, por ejemplo, no pesa tanto ante sus ojos. Las madres cubanas hacen muchos sacrificios, pero si salen a la luz a porrazo limpio… ¿De qué valen?, se preguntará el chiquillo.
Duele pensar que en su cabeza todo se reduce a que su mamá no quería que él fuera varón. Lo gritó un día así, sin más. Quizás ella lloró y dijo que no era cierto. Pero luego volvió a golpearlo y él corroboró su teoría. La piel retoma su coloración normal, pero en las honduras permanecen las heridas invisibles.
Los ecos de cada nueva pelea estrujan irremediablemente el alma. Como por asalto llegan mil preguntas. ¿Será tan difícil el diálogo?
Todos los días el mundo todo pende de hilo. El suyo se desmorona entre la violencia física y psicológica. Pero ya no importa. Ahora es un niño huérfano.
El fin de semana, después de la correspondiente cuota de «leñazos», le vociferó a su madre: ¡Ya no soy tu hijo!
Después hubo un silencio de muerte.
Nyliam: Me conmoviste. Un día voy a escribir de este tema para colaborar en esta obra tuya de amor. El hijo que aún no tienes ya está orgulloso de ti.
Qué bueno que estás para acompañar este exorcismo.Espero esas líneas para soplar con letras, y duelan menos, las heridas de otros.Ojalá y tengas razón con tu última línea: es una aspiración suprema. Un abrazo infinito. Lo necesito.
joder mi niña…. sin mencionar nombres, si lo lee, se domicilia en la Luna… algun dia hare la dichosa llamada a Servicios Sociales. Y seguro que el tuyo no va a pasar por eso… a no ser que use un lexico no autorizado, jejejeje. Na, que lo dices jugando.
Sin mencionar nombres ojalá estas letras secaran sus lágrimas. Y no,claro, los «míos» (ya dije que quiero dos) no pasarán por ese dolor. Tal vez cometa otros errores, al final, no se nace sabiendo educar a otro ser humano. Lo «mejor» para el hijo, como todo, es muy relativo.Sin embargo, seguramente intentaré cubrir todas y cada una de sus necesidades…Claro, no está de más la cuenta en el banco, sobre todo, si sirve para cubrir los posibles gastos de malos ejemplos. Tendrá un amplio vocabulario para ser usado en dependencia del contexto.
Me hiciste llorar… no sé si el me gusta es cierto.
Algo tan triste no debería gustar.
Yo también lloro. Es un post para sacar una espina que pincha a diario y ayudar que sane la herida. Un abrazo largo.
Otro para ti… con una paloma blanca en uno de los brazos.
A veces herimos muy hondo a las personas que queremos, y lo peor no son las heridas fisicas, esas se sanan, pero las heridas del alma que provocan estas acciones, esas no sanan tan facilmente,
y no es solo el niño el afectado, la madre tambien se afecta y le duela lo que ella misma hace
«Ambos mueren un poco cada vez», Ernesto.
Este es mi primer comentario público sobre tu blog. Como la primera vez que entré y revisé de un tirón casi todos tus posts, sentí nuevamente que tienes una capacidad inconmensurable para emocionar y hacer pensar. Gracias por pintar con tu alma esas palabras que estremecen, alertan y recuerdan sobre el valor y la belleza de las esencias humanas, con esa mezcla mágica de sabiduría de anciana, frescura de adolescente irreverente e inocencia de bebé que descubre el universo. Gracias por esos ojos de miel hermosos que nos prestas para ver mejor el mundo. No te tomes a mal lo de anciana, todos sabemos que eres «sólo una niña» y los que estamos dispuestos a comprarte «globos rojos» somos una incontable multitud. Sí, claro, tambien chocolates. Recuerda que, donde quiera que me encuentre, estaré siempre en esa primera fila.Tú sabes cuál.
Gracias a ti, Herman, por estar siempre. Por dibujar los globos rojos cuando el vendedor se escurre por las estrechas calles de La Habana, por creer lo que yo misma no creo,por inventar una primera fila. Si existiera ese instante, el tuyo sería el primero de todos. Regresa.
Casualmente ayer íbamos por la calle y vimos una escena que evocaba algo muy parecido a lo que aquí compartes: un niño pequeño (no llegaría a los 5 años) que al tropezar (cosa muy común en los niños, que van encantándose y entreteniéndose todo el tiempo con cosas sencilas y maravillosas que ya para uno son tan «normales») fue maltratado y humillado por su mamá en plena vía pública…¡Todos nos escandalizamos!, y hasta se oyó algún comentario de: «¡hay mujeres que no merecen parir!…
Hablabas de las cuotas de poder, y es cierto, algunos equivocan el camino, y descargan sobre sus hijos todas las frustraciones de su vida, maltratarlos, golperalos y decirles qué hacer es la forma que encuentran para el desahogo…Todavía recuerdo el dicho popular. «la letra con sangre entra»….
Otros convierten a sus hijos en «subordinados», en «acatadores de órdenes», en «ciudadanos nulos»…
Todos(a) nos podemos equivocar en la educación de nuestros hijos; de esa materia aprendemos cada día, pero un hijo no es tu propiedad privada, no eres su dueño, no haces con él (y de él) «lo que te da la gana». La «cuota de poder» que tienes sobre un hijo (y que un hijo tiene sobre tí, inevitablemente) puede servir para algo mágico: tratar de formar un ser humano mejor que tú mismo.
Todos los días le hablo a mi hija del respeto que siento por ella (no tiene 4 años aún) y que espero que ella sienta por mi y toda su familia; todos los días trato de enseñarle a dialogar. Tan es así que ahora, cada vez que tenemos algún «desacuerdo» enseguida me exige con voz amorosa: «¡mamá, explícamelo!», o me dice: «¡ven, que te voy a explicar!».
Ojalá que esta triste historia que compartes nos ponga a pensar a todos.
Besitos
Otra historia tristemente cierta.Duele.
Tienes razón sobre la importancia de pensar en esa idea tan extendida de maternidad como sinónimo de propiedad. Ciertamente, no se nace sabiendo qué hacer y la llegada de un niño debe ser un tiempo de aprendisaje mutuo. Sin embargo, lo cierto es que las actitudes relatadas no son el camino. Gracias por complementar este silencio de muerte. Gaby tiene suerte de tenerte para que le expliques sus «no entiendo».
Por Dios!!! Es muy triste recordar que existen muchas más historias reales parecidas a esa… Me has conmovido hasta el infinito.