Del suspiro de paz de hace unas horas, unas semanas, un mes, un año, no queda ni el eco. Dentro ocurre la peor de las batallas. Racionalizar, entender, poner en orden las ideas, llenar de palabras los vacíos, explicar el silencio, intentar que deje de moverse el suelo que pisa…
Ni siquiera puede recordar cuando aparecieron las paredes inmensas ante sus ojos. Solo sabe de las ganas de protegerse tras su amparo y, al mismo tiempo, de su necesidad de ser rescatada. Pero como el caracol cuando siente un roce extraño, no tiene fuerzas para otra cosa que no sea parapetarse tras su coraza de sedas rojas. Y le duele la piel por falta de abrazos, y se le secan los besos suicidas y todo se pinta de gris.
No es ella. No le nacen los ritos cotidianos. No deberían culparla. Si se le muere la sonrisa por algo será. Sus miedos se convierten en señales.
Se ahoga. La muralla sigue ascendiendo y amenaza con dejarla allí para siempre. ¿Por qué no viene a por ella? ¿Será…? Y todo empieza de nuevo…
Tampoco recuerda cómo apareció aquel agujero, pero de seguro estuvo cincelado por algún gesto conciliador. Por fin la habían descubierto allí. Importaba salvarla, devolverle la sonrisa, regarle la piel, convencer a sus besos de vivir, que disfrutara de azul de allá afuera.
Un torrente de palabras. Otras señales. Solo después regresa su extraviado tono de voz, desaparece la máscara terrible que le cubre el rostro, vuelve a colocar el pie en la silla del frente, y abandona la pose de estatua en la esquina del sofá. Por primera vez, después de días, meses, siglos, come con gusto, descubre matices a su alrededor, y las sedas rojas, por fin, se deslizan con suavidad acariciando cada uno de sus lunares.
Vuelve a dormir desnuda en su estrechísima cama gigante. Vuelve a ser libre.
Envidio a ese Tristan que te rescató pero debemos agradecerle habernos devuelto a Isolda.
Me llenan de curiosidad estas señales!
Otra vez conmueves y estremeces. Otra vez creo que la lista de los dispuestos a correr a salvar a la protagonista, derribar los muros, cargarla en brazos, mecerla con ternura, sería muy larga. Conozco de cerca a un protagonista de otra historia que mataría por estar entre los primeros de esa cola.
Hernan, por casualidad estás hablando de mí ?
Ustedes se adueñan de las sonrisas de mis días… gracias a todos por acompañarme en cada una de las miradas.
Juan Carlos, a ver si Herman te responde y de paso yo también me entero. Noto mucha complicidad
Juan Carlos, por supuesto que estás incluido, hablo de todos nosotros, los hechizados por los ojos y la magia inspiradora de esa maravilla ambulante que escribe este blog. Espero no tener que atentar contra tu vida por ganar el privilegio de ser testigo de lo que pasa entre las sedas rojas y cada uno de esos lunares de los que se habla en esta historia.
ah, necesito que des una señal y actualices los Ojos… en todo septiembre no he podido leerte!!! 😦
Y… sigues, con tus palabras, exigiendome vivir y conocerte