Deslizo la mano sobre la superficie de madera. Siento la capa de polvo negro adhiriéndose en la piel. Levanto la vista hacia el techo y… ¡Horror! ¿De dónde salió esa tela de araña? Descubro que hay más. No quiero mirar. Voy a prepararme un té.
Enciendo el fogón. Humm… ¡¿Grasa?!, pero si desde su rincón me mira el mismo pomo de aceite que compré hace tres meses. ¿Cómo es posible? Ya no quiero té. Algo anda mal. A donde miro encuentro un polvo que parece ancentral. No entiendo.
Salgo a la calle y en cada casa parece que hicieron semejantes descubrimientos. Es tiempo de cerrar grietas y pareciera que en todas hacen algo con cemento. Una manito de pintura por aquí , otra por allá, una pared nueva, por fin el cuartito para el niño…Cada quien en lo suyo, y agua, mucha agua.
Diciembre es el mes para tratar de sacar todos los pendientes acumulados . Hay que hacerlo todo antes de fin de año. Empezar el siguiente ciclo con cierto orden y ver si de paso el brillo atrae buenas energías parece ser la meta. Me recuerdo hace 12 meses tratando de explicar por qué era importante mover cada mueble, darle cepillo a las puertas, limpiar y limpiar en casa ajena. Supongo que entonces el argumento fue contundente: “A eso se reduce mi ilusión de casa”.
Y lo hice, y fueron jornadas intensas aderezadas con vino tinto. Y me entendieron, y no estuve sola en esa necesidad de hacer lo que parece predestinado para el último mes del año.
Ciertamente, como ando de gitana no puedo agrandar la ventana para que entre más luz, ni pintar, ni sacar mis adornos de las cajas, ni tirar abajo esa pared para hacer más espaciosa la cocina. Limpiar, dejarlo todo impecable es lo que toca, incluso cuando el 31 de diciembre ese rincón de La Habana se quede vacío.
Regreso a mi mundo de alquiler. Ahora lo entiendo todo. El polvo hizo de las suyas, las arañas se esmeraron, la grasa saltó de algún brebaje antiguo, solo para recordarme que es diciembre. Hay que sacudir a fondo y retomar con fuerzas la ilusión de casa.
Sin vino tinto y solo acompañada por cierta silueta allá voy con agua. Cuando termine me tomaré el té y muy despacio volveré a deslizar la mano por la madera. Otra vez levantaré los ojos al techo.
Como siempre, dejo un me gusta a tus ternuras y soledades… por cierto, me debes un café, o un té, lo que sea, y lo cobro en enero!!!
En enero sin falta, Ale, y no lo dilates más…;)
yo también quiero café! y la semana que viene voy a La Habana, no pueden incluirme??? 😉
Hey,, no te dejes llevar tan así por esa linda costumbre de nuestros abuelos, tu los has hecho durante todo este tiempo donde «tu miradita» ha estado limpiando corazones y haciendo sentir que mañana es un día nuevo.
Gracias, Guille, ese es un punto de vista muy alentador.:)
primero el te y luego la limpieza… que no se diga hermanita!!
La tradición es poderosa. No quiero perderme las buenas energías de 2013…Quieres tomar té? te prometo que no te pongo a quitar telas de arañas del techo…jajaja.
me encanta el té, pero con limón. Tienes tú o llevo yo?
Un día la casa dejará de ser una ilusión y llegará para ser tuya, la gitana se reirá entonces de las precariedades pasadas. Hasta ese momento, más que en los alquileres, tienes techo y refugio seguro en el corazón de todos los que te estimamos. Me sumaría con gusto a tomar té. Si hiciera falta, llevo el té, el limón, el azúcar, las tazas, la hornilla, el tomacorriente…
Herman, según el resumen del año de WordPress,eres el comentarista más constante de este blog. Gracias por el acompañamiento. Ojalá tengas razón con lo de esa risa, pero debes saber que con tu propuesta para tomar té ya te mandé un adelanto risueño.