“Ny estaba sentada en el parque, cuando el cielo se nubló y una brisa amarga y oscura pasó entre los árboles y desordenó los pliegues de su falda”.
El cuento que Gabriel García Márquez escribió en noviembre de 1950 comienza con una oración rotunda. Solo el nombre del personaje hubiese bastado para convertirlo en un regalo hecho a mano, pero había más en esas líneas. Había un pájaro que cantaba, mientras el fin del mundo arrancaba de cuajo todo lo conocido. Era perfecto, pensó. (más…)