La memoria había guardado ese día con todas sus luces. Recuerdo que, mientras caminaba de regreso a la beca por la calle G, el cielo azul claro parecía recién sembrado de motas blancas. Lo ocurrido esa tarde de 2000 o 2001 estaba intacto, por fragmentos, claro, pero lo esencial había sido salvado del olvido. No podía ser de otra manera.
Entonces no escribí una línea y me quedé con las sensaciones, con los ecos de aquella voz en vivo, con los trazos de su gatico en la libreta de clases, su beso en mi mejilla, mi cara de asombro, con la imagen de aquel muchacho que lo hizo todo posible.
Aquella tarde, mientras Teresita cantaba y nosotros aplaudíamos, quizás el muchacho sonreía satisfecho en un rincón, porque había conseguido traer su canto y nosotros estábamos felices y ella también. Pero la verdad, no lo sé, cuando ella se sentó en la silla y tensó las cuerdas de su guitarra solo hubo ojos para esa imagen entrañable y oídos para su voz.
No era un teatro, ni un gran espectáculo, solo Teresita con su guitarra y los niños del barrio y los estudiantes de distintas facultades sentados en el piso, aquí y allá; pero sobre todo, muy cerca de ella, tanto que se podía abrazar. Nunca le agradecí a él por aquella tarde, ni por la huella sempiterna grabada en la memoria. No sé si entre la algarabía, cuando le sostuve la mano a la dueña del gato feo y flaquito más querido de mi mundo, ella alcanzó a escuchar mi susurro entrecortado.
Hace poco me encontré al muchacho. Yo había sido uno más de todos los rostros alelados con las canciones de Teresita Fernández, con su presencia, con sus historias en cada canción, con su guitarra y su risa. Él no podía saber que era responsable de uno de los más entrañables recuerdos de mis días de universitaria. Verlo me trajo de vuelta su imagen dando carreras de un lado a otro en la Quinta de los Molinos, me devolvió la humedad de mis ojos cuando la juglar interpretó el gatico Vinagrito y en ese instante regresé a la infancia, a la cama con mi madre, a la pregunta de siempre: ¿Cuál quieres que te cante, el gato andaluz o Vinagrito? Entonces a la niña que fui le daba pena con el minino español, pero le gustaba más el miau que sueña con sardinas en la luna, así que la respuesta era invariable: ¡Vinagrito!
Cuando nos presentaron el muchacho dijo la verdad: no me conocía. También fui sincera: “Sí, te conozco, te vi hace unos años dando carreras de aquí para allá, la tarde que Teresita Fernández cantó en tu facultad”.
Entonces el volvió a sonreír, quizás con el mismo rictus de satisfacción que ese día. «¡Ah, pero tú estabas allí!” Aproveché, le di las gracias por ese regalo y nos despedimos. Pensé que ahora sí debía escribir sobre aquella tarde, porque aún le debía esas letras a ella, al Vinagrito de mi niñez, a la palangana sembrada de violetas, a la lluvia y también a él.
Le pedí unas fotos de la maestra cantora a mi amigo Kaloian y, como siempre, mi buzón enseguida tuvo las imágenes captadas por su mirada con K. Otra vez debí escribir, pero no lo hice. Estuve esperando el momento para revivirlo todo, para la palabra exacta… de pronto leí esas líneas en facebook, alguien dio la mala noticia, en la red se expandió el dolor por la pérdida y todos coincidimos: Fue un día triste. De golpe llegaron todas las canciones de Teresita y volvió de un tirón la tarde en que cantó para mí.
Entonces amanecí escribiendo, pero ya no son las mismas palabras. Ahora son las letras homenaje a la poesía que me marcó mientras me hice grande, las letras de compromiso por las canciones que habré de cantar a mis hijos, ahora son estos golpes sobre el teclado unidos al coro que recuerda, desde la vida, como debe ser, a nuestra Teresita.
La tarde del cielo límpido sembrado de motas blancas y el muchacho que la hizo posible regresan incontenibles. Una mujer de cabellos blancos, con un blusón ancho de muchos colores y una guitarra gigante me conmina a aplaudir, a cantar esa canción que sabe me conozco de memoria:
Vinagrito es un gatico, que parece de algodón…
Martes, 12 de noviembre de 2013.
Ny: tú y tus letras tienen la magia de llegar siempre envueltas en grandes esencias… Un besito sin tamaño, gracias por compartir esta historia.
Yai, que bueno que estés para leer estas letras a destiempo. Me deja un sabor agridulce no haber escrito antes, me queda la memoria con su capacidad para salvar lo esencial. Un beso a la N 😉
Por suerte para nosotros Teresita también era mágica y aunque muchos, como yo, nunca tuvimos la posibilidad de mirarle a los ojos mientras cantaba, la sabemos imprescindible… Siempre estoy Ny, aunque a veces no me veas, ni me sientas 😉 Te quiero.
Su magia es la inspiradora de estas letras.Siempre te siento, aunque no te vea, Yai. Recuerda que me prometiste aterrizar, no olvides. Yo también te quiero muchooooo 😉
No lo olvido, no lo olvido 😉
Nyliam: No lamentes no haberle escrito antes. Le Escribiste, y en el sitio del Cielo donde van ubicadas en poético desorden las palanganas viejas, y la lluvia juega contigo y con ella, Teresita habrá reparado en esa muchacha especial que un día, en un grupo de jóvenes universitarios, adoraba en silencio un gato desgarbado.
¿Y cómo te digo, Enrique, que me has hecho llover?.. Y la lluvia lo humedece todo, la lluvia se aferra a esa imagen traida por tus letras. Ojalá tengas razón. Me abrazo al gato y levanto con él los ojos a la luna.Sí, tienen que haber sardinas allí.
No hay destiempo para Teresita, no existe, ella lleva toda nuestra vida alentando lo que somos, cuidando nuestra ternura, permitiendo que burlemos cualquier ausencia con sus canciones.
Teresita hizo un hueco para cada una de nuestras vidas, todos tenemos algo de ella ¿Cómo demonios se puede morir así?
La muerte solo podemos ahuyentarla con la vida, y ella es eso, vida en cada uno de nosotros, ya para siempre.
Tienes razón, Jorge, para Teresita no hay destiempo, ella se queda en mí, en nosotros. El tiempo o el destiempo me castigó a mí por no escribir antes. Aunque ella no necesita mis letras para seguir viva en los personajes que nos legó, en las canciones que cantaremos, en las rondas futuras, me habría gustado que las últimas oraciones de mi post fueran otras. Bienvenido a estos Ojos.
Nyliam,primera vez q t leo,en estos momentos estoy lejisimo d cuba,en misión medica en Brasil,y tus textos me han servido para alejar la tristeza de la lejania un abrazo ,Dr Roberto pajan
Me alegra que estas letras te acompañen, Roberto, bienvenido a los Ojos.