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Archive for agosto 2014

…porque ellos no saben despedirse

Duele quedarse sin palabras

Duele quedarse sin palabras

Lo conozco. Sería capaz de detectar hasta un movimiento diferente en la décima pestaña de su ojo izquierdo. Lo sabe, se inventa mil disfraces para despistarme y apenas gana unos minutos. Cuando mi mejor amigo de toda la vida atraviesa el umbral de mi alquiler de turno y no se quita los zapatos o no me sienta de un “zarpazo” en la meseta de la cocina para ponernos al día, no importa que tretas utilice, el caos es inminente.

Lo dirá todo. Es cuestión de tiempo. Lo dejo dar vueltas, respondo las preguntas que suelta en ráfaga, en su intento desesperado por desviar la tensión: ¿Comiste? ¿Y ese termómetro? ¿Tuviste fiebre? ¿Por qué no me llamaste? ¿Y el libro? Respondo y lo sigo con la mirada. Me contengo. Espero. El susto ya me salta en el estómago.

Pueden pasar meses sin que nos veamos, llega y revisa todos los rincones para saber si estoy y estaré a salvo. El refrigerador es una parada obligada, la ruta de sus preocupaciones es siempre igual. Abre todas las gavetas ¿Pero ese paquete de hígado es el mismo de hace 6 meses? Sabe lo que voy a responder, pero sigue a la carga, como si tener algo de comida significara que voy alimentarme como él desearía.

“Esto parece una pista de aterrizaje, ahorita bajo a ver qué encuentro….”

Respiro resignada. Cuando sabe que no puede dilatar la tormenta, cuando no puede evitar más mirarme a los ojos, lo suelta. (más…)

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Desde la altura del moderno edificio de la CCTV

Desde la altura del moderno edificio de la CCTV

Cinco años después la ciudad me recibe con su pincelada de gris, pero ya no asusta. De algún modo, ese era el color del abrazo esperado. La niebla no trae malos presagios, la niebla se convierte ante los ojos en el primer signo de reconocimiento. Se adhiere a la piel, sigue las líneas del rostro, como las manos de una madre. Me busca, me encuentra y me da la bienvenida.

La ciudad que fue bajo mis pies y la de estos días me provocan mil sensaciones. Ha cambiado, eso podía imaginarlo desde La Habana, sin embargo, no tanto como para sentirme extraña. Cuarenta y ocho horas es muy poco tiempo, sin embargo, suficiente para volver sobre las esencias guardadas en la memoria, para caminar nuevas rutas e intentar conformar el mapa de mis pasos. (más…)

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desde el aviónCuando el avión rueda sobre tierra firme, los pasajeros aplauden como muestra de agradecimiento a los pilotos que los mantuvieron a salvo. Un gesto intuitivo: zafar el cinturón.

Como si después todo fuera más rápido. Como si despojarse de las cintas que te ataron durante muchas horas al asiento hiciera posible que Inmigración fuera ágil, las maletas salieran primero, pasaras ileso la aduana –a fin de cuentas no tienes nada que declarar-y ya estuvieras a un paso de la puerta de salida… a unos segundos de ese abrazo.

Antes del cristal se intuye el bullicio. La ansiedad de quienes esperan a los suyos casi puede tocarse. Después de la puerta, a la espera, sin poder pasar, hombres y mujeres en puntillas, con las manos extendidas. Ojos que buscan, nombres de desconocidos en carteles improvisados.Expectación. (más…)

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