Tres situaciones, una posibilidad.Foto: Kaloian Santos Cabrera
I
Ella se desploma en el asiento del carro. Ya casi llega, ya casi, después de un día muy largo. Se acomoda como puede y espera no ser la última en el recorrido.
No es la última. La penúltima, no está tan mal.
El chofer tiene la delicadeza de dejarla en medio de la piscina gigante frente a la puerta carmelita de Zanja, en Centro Habana.
Desciende, se moja los pies, pero sobre todo se le mojan los zapatos. Maldice sin que nadie la escuche. Abre. Sube. Ahora queda la reja, el pasillo, la puerta…Por fin entra, suelta la cartera en el sofá.
Le pesan los huesos. Da vueltas, va dejándose por los rincones. Calienta un poco de agua y solo después del baño, así, medio mojada, camina hasta la cama.
Entra de puntillas. Un abrazo la espera. Un cuerpo tibio la recibe, el hueco exacto de sus medidas. Se funde en esa piel. Cuando siente otra respiración en el cuello —él la huele para saberla cierta— y un beso se posa en su hombro, ella, por fin, se abandona en la noche sin luna. (más…)
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