Después del Malecón, a la derecha, por una callejuela que comunica con Infanta se puede tocar la Habana profunda. Con sus grises y sus montañas de escombros, con sus contenedores de basura desbordados, las mesas de dominó en la calle y las mujeres gritando de una esquina a la otra. Esa Habana que parece a años luz de aquella dibujada por 5ta Avenida o la que se advierte por allá por Nuevo Vedado vive un tiempo distinto, agitado, parte un todo, diverso, pero nuestro.
Y uno está listo para analizar las diferencias. Para ver más allá de dos supuestos polos, para despotricar contra suciedad y la desidia, para ahondar en lo cotidiano. Incluso, para despellejar a esos oscuros personajes que el cine cubano se ha encargado de subrayar, como si fueran los únicos que la habitan o como yo y mi mundo nunca fuéramos a clasificar para un guión… como si en esa “Habana profunda” no hubiera también belleza.
Pero uno no está preparado para que en un instante La Habana deje de ser La Habana, la ciudad donde te dejas la piel a diario, donde sueñas, amas y planeas ser feliz, para travestirse en una ciudad ajena. Convertida en otra tantas veces reflejada en películas lejanas, pero imposible de ajustar a sus medidas, no la reconocí. En La Habana que me habita no cabe la imagen de un chiquillo que corre con una cartera ajena bajo el brazo.
Tengo esa espalda grabada en la memoria. Llevaba un short de mezclilla a la moda y un pulóver a dos tonos, mejor que el usado por mi padre los domingos. Atravesó la calle con una carrera elegante, estilizada. Fueron segundos…
Solo cuando los gritos y los rostros de los jóvenes extranjeros entraron en el cuadro, comprendí la escena. Ellos hacían un esfuerzo sobre humano para intentar alcanzarlo. Se pararon en la esquina, jadeantes, colorados. Fue un mazazo. Aquel que desfiló a su aire, sin sofoco, no era otra cosa que un vulgar ladrón. Todo ocurría en mi Habana.
El hombre a mi lado le sacó chispas a las gomas del auto en un giro que torcía nuestro rumbo. Otro gesto sincronizado con el nuestro y un joven despejó la calle de las improvisadas porterías de fútbol y los pequeños que jugaban cuatro esquinas más adelante indicaron el rumbo recto de aquel que me cambió la ciudad. Perseguimos sus huellas.
La calle se hizo eterna. De pronto, todo pareció desierto. Rabia, mucha rabia. ¿Dónde se metió? Un silencio sepulcral a estas horas cuando La Habana es un hervidero. Nadie vio nada o solo fue una alucinación. Aunque el carro le sacaba chispas al asfalto, éramos solo dos seres humanos tratando de hacer volver a La Habana a su piel, que no es esa que guardaron por la fuerza los infortunados extranjeros. Lo intentamos y no fue suficiente.
Se esfumó en uno de los pasillos de la “Habana profunda”. Así de simple. Escapó. Los jugadores de la mesa de dominó ni se inmutaron. Como si fuera normal, pero yo sé que no lo es. Le cuento a mi padre y su reacción se parece a la mía. Sabe que he llorado de pura rabia.
Y mi padre me pregunta y yo le digo que me duele y me desahogo. Un vecino interviene y dice que exagero , porque “las cosas son así y este país está patas arriba” y yo salto como una fiera herida —porque es posible que se me escape un ladrón en medio de Centro Habana, pero…— y le digo que NO. Y es un NO rotundo.
Este país no es así, y podrás estar supuestamente patas arriba, pero la honradez sigue siendo privilegio de muchos, o al menos eso creo. Un ladrón puede atravesar una calle, puede ser cierto en paisaje citadino, aunque me cueste admitirlo, pero mi padre y yo no trabajamos, no nos dejamos la vida a diario, como tantos otros, para que esa escena se convierta en cotidiana. Ese no es el país que quiero para Isabela, ese no es el país que quiero para mis hijos.
El hombre se quedó inmóvil, como temiendo por su vida. Se hizo silencio, un silencio sepulcral, como el de las calles de Centro Habana cuando alguien se pierde en sus profundidades, como cuando un chiquillo con una cartera ajena bajo el brazo decide cambiar por unos instantes la ciudad donde vivo, sueño, amo y planeo ser feliz.
!Ay, Nyliam!: contra esa «Habana profunda» es contra la que muchos cubanos estamos luchando, !!!y seguiremos luchando para no empañar la imagen de nuestra Cuba!!!…no soy tan joven como ese chiquillo y quizás tampoco alcance la edad de tu padre, pero con lo que he vivido considero que lo primero en un ser humano es la honradez, al menos eso me enseñaron mis padres e inculco cada día a mi querida hija…Contra ese mal que presenciaste en plena calle no podemos cejar de luchar…!!Que el amuleto que llevas en tu corazón te acompañe siempre!!!…Un abrazo para tí…
Somos muchos más de lo que parece, TonyR.Gracias por las enseñanzas para tu hija, gracias por estar. El amuleto no se me se me separa…;)
Nyliam: Déjame discrepar por primera vez: esa que describes es La Habana superficial, la que, en efecto, vendemos nosotros mismos en películas de un solo fotograma. La profunda eres tú, con tus honduras para conmoverte e irritarte ante lo que desgarra nuestros valores; los de tu papá y los tuyos, los de tantos papás y abuelos que crecieron sin siquiera mirar el bolsillo ajeno. Con solo enterarme, también yo sentí vergüenza por el robo. Pero no te sientas impotente: ya hiciste tu parte con este texto; ya recordaste al mundo que a Cuba le queda gente profunda en la que un día se ahogarán todas las Habanas falsas.
No hay discrepancias, Enrique, al contrario, nuestra línea de pensamiento es absolutamente coherente. Miras, y yo sé que son las palomas que suelo mirar. Gracias por acompañarme en el exorcismo. Cierto, queda mucha gente profunda. Un abrazo largooooo
«Una golondrina no hace verano», amiga Nyliam. Y aunque sé que mal de muchos es consuelo de tontos(hoy amanecí con el refranero en el casco y la mala idea que es lo que casi me queda por cerebro) te diré que lo que tú vistes y sentiste en tu «Habana Profunda» sucede en cualquier parte del mundo y hasta en las mejores familias. Aunque a ti, a otros y a mi,no nos gustaría que sucediera en nuestra Habana. Me hubiese gustado que el final hubiera sido con la captura del pillo, no por el castigo merecido que se le pudiera aplicar, sino por saber si el acto reprochable que cometió lo hizo siguiendo las ordenes equivocadas que a veces nos da un estómago vacio.No hay justificación aunque ese haya sido el motivo por lo que llevó a cabo su vandalíco acto…pero, a veces, hay cosas que tienen mas profundidad que lo profundo que uno pueda ver o sentir. Saludos: Modesto Reyes Canto.
A mí también me hubiese gustado un final distinto, Modesto. Aún así, tengo esta mirada y la certeza de que del otro lado del monitor hay seres como usted, que entienden, luchan y no dejan de soñar. Gracias por dejar su huella en esta mirada
la Habana profunda, los sueños, las esperanzas puestas en el futuro que le espera a Isabela, tu Isabela y ese sentimiento de rabia, de frustración, es algo que nos sobreviene a través del tiempo, la historia de los Miserables que no es otra cosa que cualquier calle de tu país o del mío o alguna calle en New York, París, Buenos Aires, Londres, Madrid o la que tú imagines, es la historia diaria, desnuda, descarnada y triste, es la historia de los que van a pie por la vida y no entienden otra cosa que la necesidad de tener algo, de aferrarse a un bolso donde sin saberlo buscan una llave que les permita acceder a ese mundo que siempre han deseado, robar un bolso no es como robar un sueño, sin embargo muchas veces alimenta esperanzas de que puede existir un mundo mejor y no precisamente por parte del ladrón sino por aquellos que somos espectadores y que en ese momento no podemos creer las cosas que están pasando
Cierto, Carlos, existe, pero no podemos quedarnos como meros espectadores, hay que hacer para construir de conjunto el ideal, o al menos acercarse. Hay que seguir soñando, aunque existan también ladrones de sueños. Qué maravilla tenerte de vuelta, ya extrañaba tu huella por esta mirada. Gracias a la N.
a veces pienso que nos parecería encontrarnos con el Quijote por las calles sin haber leído nunca o digamos sin saber de la existencia del mismo, para algunos pasaría como algo que no tiene importancia, desapercibido, para otros sería una extravagancia más, un capricho sin sentido, pero qué sucede si conocemos la historia del Quijote y nos encontramos con él, quizá todos intentaríamos rescatar doncellas en peligro y es así como veo las ciudades y sus ladrones, me duele cuando alguien se roba un bolso, sin embargo no me duele cuando alguien entra a una tienda y se roba un bocado y no existe diferencia, porque el robo es robo sin más y no estoy de acuerdo con los los que roban y miento si digo que los entiendo. Tu Habana, mi ciudad y el resto del mundo no dejan de ser lo que son por un carterista o por un sicario (eso ocurre en mi ciudad), su esencia radica en el resto de su gente, pero también en la historia que se ha forjado y uno siempre esta atento por si se aparece el Quijote o Sancho o por si ve cruzar por la calle a una Dulcinea, la vida es eso a mi entender un cajón de sorpresas que nos llenan de asombro, y que nos hace llorar, rabiar, sufrir, reír pero sobre todo soñar. El mundo no es un nido de ladrones, sino un espacio lleno de soñadores, aunque algunos necesitan de un bolso ajeno para empezar a soñar…
un beso enorme querida y me gusta esa profundidad que dejas ver de ti
La Habana es más, incluso, que sus profundidades, Carlos.No porque alguien pase y se lleve por la fuerza un trozo de su vestido deja de ser esencialmente ella. Me conmueve hallar en el cajón de sorpresas tantos buenos soñadores, tantos Quijotes, tantos Sanchos. Otro beso viajero para ti.Yo también te leo Después del sexo…;)
estoy seguro que eso «ojos» que son tan profundos y sinceros deben haberse opacado y humedecidos por un momento, pero tambien lo estoy de que de inmediato resurgieron y te hicheron decir de esa «Habana profunda» lo que todos los realmente cubanos queremos tener un país de personas honestas y solidarias, Gracias una vez mas por ser tan «cubana»
Lloré, Guille, lloré, y después escribí de tirón…Gracias a ti por andar estas rutas.
Este bello escrito lo debiste escribir en Paris, eres muy sensible a la realidad, eres muy joven te falta mucho por aprender. Camina por la habana y vive la realidad te daras cuenta vives un sueno y la falta de valores nos esta acabando. Sus montanas de escombros y basuras por doquier, la apatia, la mentira y doble moral hace mucho dano. Abre tus bellos ojos.
Jose he caminado las calles de Paris y todavía no he escrito una letra. La Habana, mi Habana, la que vivo, camino y sufro me inspira más, con todos sus matices. Si uno se fija bien, hay más de lo que falta, de lo contrario no sería posible el acompañamiento de otros en esta mirada. Igual hay que seguir recogiendo escombros, botando basura, poniendo ganas a la construción del sueño. Gracias por pasar por acá, estos ojos siguen mirando a la N.
Todas esas Habanas son nuestras Habanas. Las profundas y las superficiales. Es habanero y cubano ese que corrió tal vez creyéndose que triunfó con su botín arrebatado. Son también habaneros y cubanos los obreros y trabajadores que, sin correr, roban por hábito productos y materias primas para que alcance la comida en sus mesas o para comprar, para ellos o sus hijos, una prenda de ropa tal vez mejor que la que usamos los que creemos que lo ajeno no se toca. Me duelen los ladrones que corren y los que no corren. Como me duelen también los cubanos (habaneros naturales o no) que desde un buró y una oficina climatizada posponen o roban los sueños de otros tomando decisiones equivocadas o no tomando a tiempo las decisiones necesarias y solo se preocupan cobardemente por cuidar su puesto o su pellejo, ultrajando la memoria de nuestros valientes mambises y de todos los que no están porque creyeron que morir por la patria o un ideal es vivir. Ese que corrió no quiso cambiar tu ciudad. Él corrió en la ciudad que es. Tendrá sus móviles y sus circunstancias. Él corrió en la misma que tenemos que seguir soñando, amando y tratando de ser felices.
Sí, la suma de pequeños dolores puede intentar amargarnos el día. La cobardía de otros por temor a perder privilegios logra sacarnos el aire. Pero coincido contigo en la última línea, que también es la mía. No importa que él no haya querido cambiarme mi ciudad, que tuviera sus móviles y sus circunstancia, el hecho es que lo hizo, incluso a sabiendas de que esa es la ciudad que es. La ética que debería atravesar todas las honduras humanas no fue priorizada, quizás ni siquiera estuvo en las valoraciones del corredor.No lo sé.Entiendo tu punto. Pero sus móviles y sus circusntancias no me salvan a mí, otros, con los mismos móviles y circunstancias optan por otras variantes.Igual duele…
Hay quien tal vez se burle de mi porque bajo de mi balcón a conversar con los niños de la cuadra… pero he visto romper tirapiedras, recoger pedazos de poliespuma regada en la esquina, ayudar en un jardín… empecemos por la base para que mañana ningún joven de mezclilla corra con lo ajeno bajo el brazo… estamos a tiempo y tú lo demuestras…
Gracias por llegar a los Ojos, seguimos soñando…;)