Así hasta el fin de los días Foto:Yo
Llega vestida de blanco y lo moja todo. Estalla sobre la roca—que podría ser un coral—viene y va sin cansarse. Se regodea en penetrar cada escondrijo. Ilumina el rumor de la entrega, el brillo de las burbujas adueñadas del espacio… y se retira, y vuelve y la piedra parece sumida en un delirio, o soy yo. No sé.
La roca cambia de color en cada embestida feliz, se deja. El azul deja marcas y allá donde se pierde la mirada, donde no hay murallas, ni espuma, ni testigos de la humedad compartida, las nubes bajan y el sol, según el juglar, decide meterse en la cuna del mar a roncar. Esta vez se va más teñido de rubor.
El cielo se derrama en luminiscencias y la ola, con paciencia china, continúa sacando gemidos sordos a la misma roca, pero ya domada, plácida, distinta y así hasta el fin de los días. La espuma ha horadado todas las durezas.
Más allá de armaduras y poderosos escudos, ante la caricia no queda otra que rendirse.
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